lunes, 10 de febrero de 2014

LA LUCHA CONTRA LA EPILEPSIA

Anteriormente ya quedó  expresado que Alejandro a su corta edad estaba  diagnosticado como epiléptico. Patología que no tenía porque irse agravando en el tiempo  y que podía  quedarse como algo temporal  en su infancia, pero las numerosas anestesias  de tantas intervenciones habían comenzado a  pasarle factura.

Los primeros meses fueron difíciles y aterradores. Hasta que se llego a ajustar el Trileptal, las crisis fueron muy agudas y seguidas lo que le produjo efectos colaterales: su cerebro comenzó a dañarse.

Mi hijo no evolucionaba como cualquier niño,  se retrasaba en el habla, en el  caminar y otras funciones normales, de ahí vinieron nuevos diagnósticos asociados, tales como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) , retraso psicomotor, alteración de la función psicomotriz gruesa y fina, trastorno generalizado del desarrollo (TGD) y en cada crisis temblores en las manos cada vez más acentuados.

Evidentemente llegaron nuevos tratamientos como el Medikinet, Strattera, Risperdal, Zonegran y un sinfín más que estuvimos probando. Entre otros Depakine antiepiléptico  que a priori es más fácil de controlar pero que presenta unos efectos secundarios más severos, al menos en mi hijo. Durante casi cinco años,  con un breve paréntesis, hasta que se logro el ajuste del primer fármaco en su dosis más alta, las crisis se sucedían cada vez con más frecuencia.

Recuerdo especialmente a una residente del Hospital General de Alicante que mostró mucho interés, y le realizó muchísimas pruebas: moleculares, de tipo cromosómicas, control continuo  de encefalogramas, resonancias magnéticas nucleares cerebrales, que depararon sorpresas,  estaba desarrollando una encefalopatía grave degenerativa pendiente aún de filiar. Había que hacer cambios en los tratamientos para conseguir controlar esas crisis cada vez más evidentes.
Como podéis imaginar tuvimos que aceptar que una nueva enfermedad nos acompañaría y adaptarnos para mejorar el nivel de vida de mi hijo. Comencé a llevarlo a centros de apoyo como APSA, IDEAT, así como a fisioterapeutas y traumatólogos.

A lo largo de este tiempo hubo periodos en que  hasta faltaron en el Hospital General de Alicante especialistas, lo que nos inducía a vivir con más miedo, pero los problemas de la sanidad son otro punto en el que aquí no quiero entrar.

El 14-6-2010 tras meses de descontrol en cuanto a los episodios y sumado otro factor que no voy a hacer público, mi hijo presenta una crisis al comienzo del sueño, como  venía ocurriendo en periodo de descanso, pero esta no remite como siempre lo hacían y aunque nosotros le atendemos y administramos Stesolid también acude un Soporte Vital Básico (SVB) para comprobar el estado de Alejandro y valorar si debe ingresar o podemos quedarnos en casa, aunque esta vez fue llamado también el SAMU por la gravedad. La verdad es que tanto los SVB como el SAMU siempre han actuado con pleno rigor y eficacia. Hay algo que me encanta decir y es que por las repetidas llamadas al 112 como ellos dicen “han visto crecer a mi hijo” y es de agradecer  que también a ellos les afecte que pese a los años que han pasado y a la repetición constante de episodios,  sigan acudiendo a atenderlo con la misma rapidez y cariño.

Como os decía, esa noche la crisis no remitía, teniendo que desplazarnos con urgencia al Hospital General de Alicante. Fue el peor día de mi vida,  aún hoy se me saltan las lágrimas al recordarlo. Alejandro empezó a presentar unos síntomas tan graves y empeoró su estado de tal manera que nos hicieron salir del box, por el pasillo un grupo de sanitarios, casi corriendo, arrastraban una gran máquina, era el personal de la Unidad de Cuidados Intensivos que le trasladaron en menos de 1 minuto para estabilizarlo. Alguien me dijo – a eso de las tres de la madrugada- que en cuanto pudieran saldrían a informarme. Dos horas después un medico nos llamó y con lagrimas en los ojos, dijo que nos preparáramos para lo peor, el niño luchaba contra la máquina (respirador artificial) y que si la lucha no cesaba iba a ser imposible estabilizarlo, que fuésemos avisando a la familia. Imaginar que el mundo se os para y no encontráis motivo, solo impotencia por no poder hacer nada para ayudar a tu hijo… A la hora siguiente cuando se abrió la puerta,  todos estábamos descompuestos de ver tantas entradas y salidas sin que nadie nos informara. Al fin un doctor me dijo que pasara a su despacho, no sé como llegue hasta allí, recuerdo que sus palabras fueron: “HEMOS CONSEGUIDO ESTABILIZARLO”. ¡Dios que maravillosas palabras! El peligro no se conjuraría hasta pasadas las 72 horas. Debido al restringido horario de esta Unidad solo pude ver a mi hijo intubado y monitorizado, no era posible tocarlo, pero al menos le di  un beso.


Aun no sabíamos que era lo que había ocurrido exactamente, ni a que debía de enfrentarse mi pequeño, lo que era obvio  es  que se había dejado ayudar.  El resto era confiar… y yo creo que lloré lo que jamás había llorado, es una sensación de todo y de nada, de estar perdida, de locura, de miedo y de todo lo que podáis sumar y más , no se puede explicar realmente como se llega a  sentir uno ante esta situación …

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